El lugar sin límites, de José Donoso (1966)

Pocos placeres de la lectura se equiparan al descubrimiento “tardío” de autores geniales. Conocía a José Donoso de nombre, pero era incapaz de citar un título de alguno de sus libros. Sabía que era chileno, y que formaba parte de un segundo o tercer círculo de los autores del Boom. Creo que como mucho, habré visto una o dos portadas de alguna de sus obras.

Después de leer el lugar sin límites, una de sus novelas cortas, tuve la tentación de investigar un poco más. Leí que, a pesar del éxito literario, siempre vivió con problemas económicos, que había sido alcohólico, que tenía una relación muy difícil con su familia. Era amigo cercano de Carlos Fuentes (lo albergó en su casa durante una larga estadía en México) y por lo que se leyó en sus cartas póstumas, nunca se atrevió a vivir su homosexualidad plenamente.  

Preferí no seguir indagando para preservar de la intromisión de los datos biográficos mis futuras lecturas de su obra. Informarse sobre la vida de los autores (al menos la vida contada) puede ayudar a entender el contexto de las obras, pero le quita peso a la verdad que se constituye gracias a la creación literaria. Pienso que es cierto eso de que la mejor biografía de un autor se encuentra en los libros que escriben.

Ahí, más que en la cronología o en la exposición de las ideas, se encuentra el mapa mental de un escritor, sus conflictos, sus sentimientos, sus ilusiones.

Por lo que vi de El lugar sin límites, Donoso fue un autor brillante y torturado.

Esta novela transcurre en Chile, a mediados de los cincuenta, en un pueblo aislado, sin electricidad, cuyo corazón es un burdel regentado por la hija de una prostituta y un bailarín travesti. La Japonesita es la hija de la Japonesa y la Manuela y fruto de una unión que es pura consecuencia de una apuesta degradante. No diré más para no adelantar la historia a quienes deseen leer el libro.

La historia transcurre en un pueblo con caudillo. Don Alejo, si bien no es el dueño de la vida y el destino de Los Olivos, es quien marca el tiempo del pueblo, el que apaga y enciende la luz.

En la misma estela de Pedro Páramo (es impresionante la influencia que tuvo ese libro), Los Olivos es un sitio espacio-temporal donde se empozan las ilusiones. Sin embargo, a diferencia del libro de Rulfo, aquí no hay muertos que parecen vivos. Comala está muerto, Los Olivos, en cambio, va a morir pronto con los planes de viñedos masivos y urbanización.

Mientras el futuro de la comunidad espera su momento político y económico (es don Alejo y la capital quien lo determinan) la historia de los personajes avanza hacia adentro, hacia su pasado, hacia el interior de los personajes.

El único personaje más o menos inamovible es don Alejo, que, como caudillo y poderoso, en realidad nunca cambia. Los caudillos no cambian, solamente adoptan estrategias para adaptarse a las eventualidades, por eso, cuando les conviene, cambian de ideología.

Eso, para hablar un poco de la forma.

Globalmente, es una novela que volvió visible y central a un personaje homosexual en un continente donde se escribía muy poco sobre los homosexuales o si se hacía, era de manera soslayada y nunca como personajes principales. Esta obra, por cierto, antecede los inicios literarios de Manuel Puig y, para que nadie se confunda, no es una novela LGTBIQ+ como ahora el mercado la quiere presentar.

Donoso volvió visible el homosexualismo haciéndolo contrastar con el machismo salvaje. No obstante, también aborda con profundidad el travestismo, la ambigüedad y el peligro permanente.

La vida de la Manuela no vale nada para los machos. Es juguete, es presa de cazadores, es receptáculo de secretos ocultos, es espejo invertido. Muy pocos realmente la conocen.

Quizá lo que no aceptó o no quiso asumir Donoso en su vida, seguramente lo proyectó en la Manuela, que nunca se escondió y que tenía la valentía de atreverse a vivir en un mundo absolutamente hostil.

Este personaje es la llave que abre la caja de la sexualidad de los machos y por eso, su existencia es una amenaza.

La a novela hace pensar, por momentos, en la escritura de Virginia Woolf, con sus pasajes interiores y sus cambios de tiempo y de consciencia.

Sin equívocos, es una de esas novelas cortas que son mayores. Después de leerla pienso en la enorme influencia de Fuenteovejuna en la narrativa hispanoamericana, una influencia que se reivindica mucho menos que El Quijote.  

¿Qué es el lugar sin límites?

Es posible que Donoso lo haya pensado como un espacio metafísico, donde el individuo procura existir sin las ataduras de la mirada social. Por supuesto, deriva en un espacio peligroso, porque es un espacio de libertad que para los otros representa una amenaza.

El mismo Donoso fue incapaz de vivir su propia libertad, que seguramente en su tiempo hubiera frenado su carrera literaria.  

Es curioso cómo el mercado editorial ahora ha invertido los papeles, y escribir abiertamente sobre la temática LGTBIQ+ (entre otras temáticas) es un “gancho” de ventas, que va de la mano con mercados que también han avanzado en esta legislación. Los cinco grandes mercados del libro en español (México, Argentina, España, Colombia y Chile) han legalizado el matrimonio igualitario (México todavía tiene estados donde no se puede). Otros países, con mercados no tan numerosos, pero con influencia cultural, como Cuba o Uruguay también lo han hecho.

En otro extremo, países como Venezuela, Guatemala o Perú, con mercados potencialmente fuertes, y con tradición literaria, pero sin mercados de peso, no han avanzado en esta legislación. Y todavía más atrás, están países como Honduras, Nicaragua o Paraguay. Me desvío un poco del tema, pero me pregunto si las grandes editoriales tienen el mismo interés de promover estas temáticas en autores que provienen de mercados débiles, o, frente al mercado es ¿más legítimo si lo escribe un colombiano o un argentino que si lo hace un paraguayo o un hondureño?

En fin, Donoso escribió esta excelente novela cuando el criterio editorial no reflexionaba en esos términos. Hay que leerla.

 




 

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